“El misterio de las lagunas: fragmentos andinos” (2011) es un documental dirigido por Atahualpa Lichy y Wanadi Lichy. Se trata de una colección de secuencias diferentes que muestran diferentes aspectos de la vida, las tradiciones y la cultura de los habitantes de algunos pueblos ubicados en los Andes de Venezuela.
Hay unos elementos que me llamaron la atención durante el visionado del documental, el pasado 20 de febrero en el Campus Theatre.
En primer lugar, me gustó mucho que el documental no tiene una estructura didáctica. De hecho, rara vez hay una voz externa a la escena, en la que algún comentarista explica lo que pasa o añade datos sobre las tradiciones del pueblo. Cuando esto sucede (por ejemplo, en los fragmentos sobre la tradición de los angelitos o al relatar leyendas sobre las lagunas), son los habitantes del pueblo quienes articulan sus propias tradiciones. Sin embargo, la mayoría de los fragmentos ni siquiera tienen un comentario: muchas veces los directores muestran las imágenes sin indicarnos claramente lo que estamos viendo. Creo que se eligió esta manera de presentar las tradiciones para evitar crear una visión paternalista y distante sobre la cultura del pueblo. Al contrario, el espectador se encuentra en el medio de estas tradiciones como si hubiera viajado a aquel lugar y pudiera formar, por un breve espacio de tiempo, parte de la tradición que está conociendo.
En segundo lugar, me sorprendió la relación que los andinos tienen con la muerte. Especialmente, al ver el fragmento llamado “La despedida”, podemos notar cómo las personas en el documental consideran la muerte una etapa natural de la vida y no le temen, sino que la atienden, preparándose para su propia despedida. Piensan en cómo prefieren que sea su ataúd (usualmente de madera, porque se absorbe más rápidamente en la tierra). Algunos lo compran cuando aún están saludables, muy lejos aún de morir, y lo guardan en casa. Además de que hablan de la muerte con su familia. Creo que esto es muy diferente de lo que hacemos hoy en día en la cultura occidental: vivimos concentrándonos en el presente, compramos cosas que necesitamos ahora mismo y nos aterroriza pensar en el momento de nuestra muerte.
Un último aspecto interesante para mí es el uso del sonido en el documental y, en particular, la alternancia entre la música y el silencio. La presencia de la música es muy fuerte y todas las canciones que se escuchan son ritmos típicos tradicionales de Venezuela. Algunas veces los protagonistas cantan y tocan frente a la cámara: creo que estas escenas son importantes para que el espectador sea consciente de que la música es realmente un elemento fundamental de la vida de los habitantes de estos pueblos. Por otro lado, hay escenas en las que no hay sonido. Al salir del cine, no pude evitar pensar que nosotros no estamos acostumbrados a ver películas con escenas en silencio y, además, en general vivimos en lugares con constante ruido de fondo.